Revalorando a la mujer andina
A pesar de la crisis del Covid, hubo ciertos sectores que acudieron a sus labores diarias y no dejaron sus responsabilidades sociales y familiares. Nos referimos a la gente del campo vinculada a la producción agrícola. Gracias a estos sectores es que no dejaron desabastecidas cada hogar.
Es por eso que el grabado en linóleo es un reconocimiento a la madre tierra, la Pachamama y a las personas que trabajan en el campo, porque gracias a todos ellas, hicieron posible que no faltara el alimento sobre nuestras mesas en tiempos de pandemia. Y además, una forma de reinvindicar la tradición y ritualidad en nuestra relación con las deidades andinas que se expresa en la ofrenda con hojas de Coca, la flor divina formada por tres hojas, a la que se suma el rezo. Esto es una forma de mantenernos conectadas con ellas.
La importancia en las comunidades del interior del país, sobre todo el campesinado, la imagen de la mujer es valiosa porque ellas constituyen el sostén de la casa. Las madres con amor, sostienen y cuidan de sus familias y hacen que sus hogares sigan resistiendo al virus de la crisis económica, madres que no dejan que sus hijos sientan el dolor y el vacío.
El mismo esfuerzo de abnegación se tiene con las parteras que, en medio de esta crisis sanitaria, han velado muchos nacimientos y la salud de madres gestantes, un oficio que se ha negado a desaparecer y que además, de ser una expresión cultural, viene cargado de sabiduría ancestral.